Lo sustancial del decreto que crea el Instituto Nacional de Revisionismo Histórico Argentino e Iberoamericano Manuel Dorrego, consta en su primer artículo. Como "finalidad primordial", le confía "el estudio, la ponderación y la enseñanza de la vida y obra de las personalidades de nuestra historia y de la historia iberoamericana, que obligan a revisar el lugar y el sentido que les fuera adjudicado por la historia oficial, escrita por los vencedores de las guerras civiles del siglo XIX".
Hace mucho que fallecieron esos vencedores, y desde entonces es mucho lo que se ha trabajado en la indagación y exposición del pasado argentino y latinoamericano. Si alguna vez la hubo, creo que actualmente no existe una "historia oficial" que baje líneas y cuyas cortapisas se deban derribar. Historiadores profesionales, literatos o simples curiosos, producen a diario artículos y libros donde se "revisa", a veces ferozmente, "el lugar" y "el sentido" de próceres y de procesos. Lo mismo hacen la televisión y el cine. Pienso que no hay, pues, ninguna "adjudicación" que sea necesario remover.
Creo que los estudios históricos deben desarrollarse en un clima de absoluta libertad, para ser realmente fecundos, y que debe alentarse la mayor cantidad de versiones del pasado. Pero una institución como la creada, pareciera querer instalar una nueva y propia "historia oficial", que establezca un código de elegidos y de réprobos. No me parece saludable para la disciplina. Y menos cuando va acompañada por un cortejo de condenaciones, de ninguna manera justas ni fundamentadas en algo más que emociones políticas y apreciaciones fuera de contexto.